A principios del siglo XX, existía un loco que lamía los cuadros del Museo del Prado.

Lo echaban con golpes e insultos pero él siempre volvía. Aseguraba conocer el sabor de cada gran pintor Español, poder reconocerlo con la lengua.

Siempre que acabo un cuadro, deseo que sea lamido, que sea estrujado, que entre en las personas que lo vean desde todo el cuerpo.

Pinté varios paisajes para la exposición de Los Misterios en el Espacio Arte y Río y los cubrí con flecos de tela para que el espectador tuviese que manipularlos para verlos y automáticamente pasase de observar a acariciar el cuadro.

Durante los días que fueron expuestos, invité a los asistentes a que uno de los paisajes fuese el suyo, como un animal guía que se aparece en los sueños. Planteaban previamente un deseo condensado en un verbo “disfrutar”, “soltarme”, alegrarme”, “encontrarme” y luego se iban a buscar su paisaje. Así su verbo encontraba un espacio tras los flecos. Un mar embravecido, un bosque molecular, una galaxia florida.

Ahora, todos esos cuadros están barnizados por ellos.

Texto de sala.

¿QUÉ SABE NADIE?

La vida está llena de misterios.

Me voy a ver la definición de “misterio”.

Elijo para esta ocasión la de Wikipedia, no por ser la mejor, sino porque la RAE tiene 9 acepciones sobre la palabra.

 Misterio: se define como algo muy difícil de entender, algo extraño e inexplicable de comprender o descubrir por lo oculto que está o por pertenecer a algún arcano.

Yo no sé, tú no sabes, él no sabe…

Wences Lamas tampoco sabe… pero se pregunta constantemente y expresa su saber artístico a través del no saber.

Y como los genios a lo largo de la historia de arte, su obra nos provoca.

Los Misterios de Wences Lamas en Espacio Arte y Río, nos invitan a hacernos preguntas.

Esas preguntas que nos hacemos pocas veces o casi nunca.

Lo veo, oigo, huelo… ¿Es todo lo que hay? ¿Qué hay detrás de…? ¿Qué está oculto y no veo, pero siento?

Wences Lamas nos propone sobre lo que vemos y lo que no vemos. Como un ritual, saber a través de la experiencia de indagar. La acción de explorar nos permite ver y al ver, mirar… y mirar con otra mirada y poder descubrir lo que LOS MISTERIOS nos esconden.

 Cuando estamos delante de la obra de Wences nos entra una curiosidad de niño, de saber, de investigar, de descubrir...Y ese deseo que hay detrás del descubrimiento nos transforma.

Y no sabes por qué, ni qué es lo que transforma, pero no importa, ya no eres la misma persona.

A veces los veo como pequeños pellizcos cósmicos o atómicos que, al fin y al cabo, son lo mismo. Rincones del universo que se esconden en una lejana galaxia o en la célula de una lombriz.

 LOS MISTERIOS interaccionan contigo y luego te dejan para que descubras el mensaje que hay para ti.

Todo está ahí: lo sagrado y lo pagano, Dionisio y Apolo, la alegría y la tristeza, lo cómodo y lo incómodo, el odio y el amor...mucho amor.

Y ¿qué sabe nadie?…A lo mejor hay algo tuyo también en cada uno de LOS MISTERIOS de Wences, aunque sólo lo descubrirás si te acercas.

 — Frank Lillo. Artista visual y terapeuta. Experto en creatividad y juego.

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